“La Salle invitó a maestros a
trabajar en las escuelas. Con ellos formó una comunidad estable, con identidad
y proyecto propios. Con ellos se comprometió en radicalidad a mantener escuelas
y a hacer todo lo posible para asegurar la continuidad del servicio educativo”.
(tomado textualmente del documento: Asociados para el servicio educativo de los
pobres).
Cuando recibimos una invitación
es motivo de alegría y regocijo, entonces pues, la educación también es un
festejo y un banquete para todo educador, del cual siempre debemos quedar
satisfechos y felices de participar en esta obra, sobre todo de continuar la
obra de San Juan Bautista de la Salle.
Es necesario tener en cuenta que
somos una comunidad y esta palabra implica, más que otra cosa, relaciones
humanas y cristianas para la formación y desarrollo de la sociedad actual, pues
nuestros jóvenes son las futuras generaciones de este mundo, quienes
transformarán y realizarán labores de carácter social, pero también cristiano
desde la fe que les inculcamos, sobre todo a los que nos desenvolvemos en el
área de pastoral.
Tener una identidad de vida no es
cosa fácil, pues hay que saber qué es lo que queremos en la vida, hacia donde
queremos ir, y cuál es el legado que queremos dejar a nuestra sociedad,
teniendo en cuenta que como guías educamos pero también transformamos vidas.
Es por eso que debemos tener en
cuenta cuál es nuestro proyecto de vida y trabajar en esta obra para que
nuestros alumnos descubran cuál es también su proyecto en su vida, es decir qué
rumbo le darán a su vida.
No es cosa fácil pero tampoco es
algo imposible de lograr, con la ayuda del equipo de trabajo que tenemos en
nuestras instituciones creo que podemos llegar a dar buena formación a las
nuevas generaciones. Sin embargo no podemos perder de vista que la educación es
un trabajo en conjunto, desde las letras y números hasta los valores que
debemos inculcar a nuestros alumnos con alegría y entusiasmo.